lunes, 9 de abril de 2012

La belleza de la traducción

¿Qué es traducir? Según la Real Academia Española, traducir es «expresar en una lengua lo que está escrito o se ha expresado antes en otra», «convertir, mudar, trocar» o «explicar, interpretar». Para mí, traducir es, además de lo que acabo de mencionar, crear en un destinatario de mi lengua natal una sensación equivalente a la que viviría un destinatario de la lengua de origen al leer un texto en particular. Esa es la tarea más difícil a la que un traductor se enfrenta cada día.

En la traducción, como en todo en esta vida, cada día nos encontramos con situaciones de naturalezas distintas, textos diferentes, con fines paralelos o incluso totalmente opuestos. Cada día es una experiencia nueva, es totalmente un proceso de aprendizaje, una evolución constante. Los profesionales saben que cada cliente es un universo, cada texto, un mundo y el traductor, una estrella fugaz cargada de energía que viaja de un lado a otro intentando transportar lo que se cruza en su trayectoria espacial. No es solo una profesión, es una forma de ver y vivir la vida. Una manera de enfrentarse al mundo, de interrelacionar y comunicarse con los demás, un camino que se ha elegido seguir con todas las consecuencias. Un traductor difícilmente puede separar lo profesional de lo personal. Para empezar, la mayoría son profesionales autónomos, no se llevan el trabajo a casa, conviven con él. De cada situación cotidiana pueden aprender y aplicar esos conocimientos a un futuro texto con el que deban trabajar, por lo que no desprecian momentos sin más. Siempre en constante análisis de lo que es útil y lo que no, continuamente buscando nuevas fuentes de conocimiento de información. Un traductor es una persona polifacética, que tan pronto comenta una anécdota sobre la naturaleza como investiga sobre un nuevo libro que acaban de publicar. Curioso, emprendedor y profesional, no deja nunca de lado una oportunidad para descubrir o relajarse con los amigos, todo es importante para él.

Son todas estas pequeñas y grandes cosas que el traductor percibe lo que lo diferencian de los demás. Para un traductor todo tiene importancia hasta que se demuestre lo contrario. Es una mente abierta en la que todo es fundamental y puede perder el protagonismo en cuestión de segundos ¿por qué no? Todo cobra vida y tiene miles de sentidos e interpretaciones diferentes. Todos y cada uno de ellos esperando encontrar su lugar. Ese lugar que el traductor debe descifrar y descubrir, mediante análisis, deducciones, investigaciones, consultas... Recursos de todo tipo que le ayudarán a colocar esas piezas del puzzle que es la vida. Un oficio complejo y simple al mismo tiempo, tan lleno y tan vacío de emociones, tan activo y centrado en ocasiones, como pasivo y automático en otras, tan inestable que el suelo se mueve sin cesar bajo los pies. Movimientos arrítmicos e irregulares que se van calmando con el paso de los años. La experiencia ayuda a controlar los mareos por las curvas, pero estas nunca acaban de reducirse del todo.

Es por todas esas sensaciones, experiencias y manera de pasar por el mundo por lo que yo me encuentro hoy aquí, activa y confusa, volando despacito, de planeta en planeta, en una carrera hacia la eternidad, buscando cometas, constelaciones y demás lugares exóticos en los que pararme a descansar.

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